Ya ha pasado el tiempo,
las horas y los días se han marchado,
y aún, tu ausencia pesa como un susurro constante,
un eco que persiste en los rincones de mi alma.
No sé por qué te pienso,
cuando el camino se hizo largo y la distancia profunda,
cuando juré que tu sombra se borraría
con el paso inevitable de las estaciones.
Es raro, sí,
porque nunca creí que dejarías una marca tan honda,
ni que el roce fugaz de tus pasos
haría temblar los cimientos de mi ser.
Pero aquí estoy,
entre las memorias de las alegrías que compartimos,
los aprendizajes que dejaste en mi alma herida,
y el dolor que, aunque agudo, también supo enseñarme.
No eres solo la espina que duele,
eres también la flor que un día perfumó mi vida,
y aunque el viento te llevó lejos,
tu fragancia aún danza en mis pensamientos.
Tal vez sea el tiempo quien cure,
quien transforme la herida en cicatriz,
pero mientras tanto, te sigo recordando,
no solo por lo que fuiste,
sino por todo lo que dejaste en mí.
🪷~